Sunday, August 25, 2024

Heart politics & the Democratic Convention

 
Last week, I returned from a Heart Politics gathering of activists (predominantly women, many in positions in government) from as far away as New Zealand, Australia, the U.K., as well as from Canada and the U.S. and elsewhere just in time to tune in to the National Democratic Convention. At the Heart Politics gathering, we had cut to the quick and delved in such topics as the Patriarchy, emotion as a way of knowing, how to put heart into public policy, and hope, among many other things.

I came home with more hope than I taken there. And hearing truths spoken at the convention and seeing a woman of color and of power take the lead with a decent, gentle man as partner to confront the vile fascist Republican party, in a setting that exuded joy, I felt my hope glimmer.

But I was not too dazzled to realize the huge systemic toxicity that rules the world. Climate change that threatens the world and life was not mentioned. Those who would speak to the unspeakable suffering, killing, starvation, genocide in Gaza were not allowed to speak. Harris threaded a narrow needle and politics overshadowed morality.

Outside the convention hall, the protestors for Palestine, Gaza were not silent. The mainstream media is wont to reduce the suffering to numbers, ever climbing numbers, with the inevitable caveat “according to Hamas,” its Zionist bias hardly disguised. For images, description of the dead, the maimed and starving children, the bereft mothers and fathers, the gaunt and despairing, the ruins, we have to go to the alternative media, the independent journalists who are being killed for reporting the genocide. The Palestinian children, women, men in Gaza are not numbers; they have faces and names, and we, the United States, are complicit in their slaughter. It is with our wealth and the weapons it is squandered on that Israel wages genocide. The blood of Palestine is on our hands as well.

Yes, we must elect Harris and Walz (the alternative would be abominable) but it is not enough; we must not cease to demand that the U.S. stop supplying Israel with the weapons with which it is waging slaughter, genocide.


La semana pasada regresé de una reunión de activistas de Heart Politics, Política de corazón (predominantemente mujeres, muchas de ellas en puestos gubernamentales) de lugares tan lejanos como Nueva Zelanda, Australia, el Reino Unido, así como de Canadá, Estados Unidos y otros lugares, justo a tiempo para ver la Convención Nacional Demócrata. En la reunión de Heart Politics fuimos al grano y tratamos de temas como el Patriarcado, la emoción como forma de conocimiento, cómo poner corazón en las políticas públicas y la esperanza, entre muchas otras cosas.

Llegué a casa con más esperanza de la que llevé allí. Y al escuchar las verdades dichas en la convención y ver a una mujer de color y de poder tomar la iniciativa con un hombre amable y decente como compañero para enfrentar el vil Partido Republicano fascista, en un ambiente que irradiaba alegría, sentí mi esperanza brillar.

Pero no me deslumbró tanto como para no darme cuenta de la enorme toxicidad sistémica que gobierna el mundo. No se mencionó el cambio climático que amenaza al mundo y la vida. A quienes querían hablar del indescriptible sufrimiento, matanza, hambre y genocidio en Gaza no se les permitió la palabra. Harris enhebró una aguja estrecha y la política eclipsó la moralidad.

Fuera del salón de la convención, l@s manifestantes por Palestina y Gaza no guardaron silencio. Los principales medios de comunicación suelen reducir el sufrimiento a números, números cada vez más grandes, con la inevitable advertencia de que “según Hamas”, su parcialidad sionista apenas disimulada. Para obtener imágenes, descripciones de los muertos, los niños mutilados y muriendo de hambre, las madres y los padres desconsolados, los demacrados y desesperados, las ruinas, tenemos que acudir a los medios alternativos, a los periodistas independientes que están siendo asesinados por informar sobre el genocidio. Los niños, mujeres y hombres palestinos en Gaza no son números; tienen rostros y nombres, y nosotros, Estados Unidos, somos cómplices de su masacre. Es con nuestra riqueza y las armas en las que se desrrocha que Israel comete un genocidio. La sangre de Palestina también está en nuestras manos.

Sí, debemos elegir a Harris y Walz (la alternativa sería abominable) pero no es suficiente; no debemos dejar de exigir que Estados Unidos deje de abastecer a Israel las armas con las que está cometiendo masacres, genocidio.

           
            El Libro de la Ignominia


Los olivos lloran por el poeta
que pidió que cuando muriera
se volara un papalote blanco
y su cuento se narrara;
recuerda su nombre: Refaat Alaree.
Y la niña que lloraba,
"Tengo tanto miedo, por favor vengan.
Vengan y llévenme. Por favor ¿vendrán?"
y fue balaceada;
recuerda su nombre: Hind Rajab.
Much@s, much@s más que los olivos lloran
tenían nombres demasiados para recordar.
La tierra llamada santa está corrompida
por la sangre de l@s inocentes masacrad@s
por los peores hijos de los Macabeos
y el último capítulo del Libro Santo
se llamará Libro de la Ignominia.



                             © Rafael Jesús González 2024      






         The Book of Ignominy


The olive trees weep for the poet
who asked that when he died
a white kite be flown and his tale told;
remember his name: Refaat Alaree.
And the child who cried,
"I'm so scared, please come.
Come take me. Please, will you come?"
and was gunned down;
Remember her name: Hind Rajab.
Many, many more the olive trees mourn
had names too many to remember.
The land called holy is made tainted
with the blood of the innocent slaughtered
by the worst sons of the Maccabees
and the latest chapter of the Holy Book
will be called the Book of Ignominy.



                                           
                                © Rafael Jesús González 2024 




Hind Rajab & Prof. Refaat Alareer



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