Tuesday, January 5, 2010

12th Night

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------Pensamientos durante una Jornada

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Supe que tendría que llevar oro.
Cuando lo trajeron de mi tesorería
aun yo me maravillé de él.
Me había llegado de un suplicante real,
un pequeño cofre engastado con soles y leones.
Ni él sabía del todo lo costoso que es:
el metal luce con el sudor de esclavos,
su belleza pesada con sangre.
(Había soñado yo que en algún otro mundo
se le llamaba el excremento de los dioses.)
Tenía que ser la medida incorruptible del precio.

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Una vez que supe que iba,
supe lo que traería;
el cofrecito de olíbano estaba sobre la mesa,
blanco incienso macho, gotas en forma de pezones,
traído por un viajero de Hadramaut.
Al mirar al cielo
la tres lágrimas que había puesto en el brasero
despidieron su aroma.
Olía amargamente dulce,
esta coagulada sangre de árboles.
Este humo sacro a los ritos de Isis,
esta costosa resina preciosa a Hero.

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Por cada venir hay un ir,
aun para las estrellas.
El uno no más asombrante que el otro,
el uno es para celebrarse tanto como el otro,
y mandé por la mirra,
morena y amarga y costosa,
traída a través largas distancias por un amigo.
(Dijo que en algún lugar se la alimentaban a las vacas
para que les fluyeran rica la leche,)
incienso para los dioses,
ungüento para los muertos.



[De los apuntes de un mercader de Galilea tarde en el reino de Herodes el Grande: “El censo ha sido bueno para el negocio, alabado sea el Señor Dios. Los precios son altos y nadie pregunta de donde viene el dinero. Hoy un artesano villano compró una de mis mulas mejores: una cajita de oro; dos mantas gruesas de lana: una libra de incienso; y pan de trigo, higos desecados, tres botas de vino (para un viaje largo dijo): una libra de mirra.”]



© Rafael Jesús González 2010


(riverbabble, número 3, invierno 2002;
derechos reservados del autor.)





--------Thoughts on a Journey


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I knew I had to take gold.
When it was brought from my treasury,
even I marveled at it.
It had come from a royal suppliant,
a small coffer chased in lions & suns.
Even he did not fully know how costly it is:
the metal shines with the sweat of slaves,
its beauty weighed by blood.
(I had dreamt that in another world
it is called the excrement of gods.)
It had to be the incorruptible measure of cost.

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Once I knew I was going,
I knew what I would bring;
the casket of olibanum stood on the table,
white male frankincense, breast-shaped drops,
brought by a traveler from Hadramaut.
As I gazed at the sky
the three tears I had placed in the brazier
gave up their scent.
It smelled bitterly sweet, this clotted blood of trees,
This smoke holy to the rites of Isis,
this costly gum precious to Horus.

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For every coming there is a going,
even for stars.
One is no more astounding than the other,
one is to be celebrated even as the other,
& I sent for the myrrh,
brown & bitter & costly,
brought long distances by a friend.
(He said that somewhere it is fed cows
to make their milk flow rich,)
incense for the gods,
unguent for the dead.



[From the records of a Galilean merchant late in the reign of Herod the Great: “The census has been good for trade, praise the Lord God. Prices are high and no one asks where the money comes from. Today a clownish craftsman bought one of my good mules: a gold box; two thick wool blankets: a pound of frankincense; and wheat-bread, dried figs, three goat-skins of wine (for a long trip, he said): one pound of myrrh.”]



© Rafael Jesús González 2010



(riverbabble, issue 3, winter 2002;
author's copyrights.)




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