Thursday, June 22, 2017

Summer of Love 1967-2017

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Fifty years ago this summer there came to San Francisco Bay hordes of young people from across the nation to celebrate what was called a Summer of Love. A saccharine popular song of the time exhorted them to come wearing flowers in their hair, and thus many of them came, the flower children. It was a pilgrimage of sorts of the "hippie movement", or more accurately, the Counter-Culture, to the mecca in California where social boundaries and strictures had long been tested, transgressed, blurred.

It was in fact the Hippie Revolution against the dominant puritanical culture of the U.S.A. that idealizes work and distrusts pure pleasure and joy, equates happiness with wealth, and values the Earth only as a resource to be exploited, as it does the worker who makes the raw resources useable. Racism colors its vision and taints its institutions.

The Counter-Culture put to the test the dominant culture's premises and prejudices. Gender boundaries were blurred: men wore their hair long. Eschewing to wear nooses, silk or otherwise, around their necks, choking the throat chakra, they wore strings of beads and jewel necklaces instead. They wore sensuous materials, velvets, suede, and such, worn denims patched colorfully with scraps of embroidered cloth, vividly tie-dyed T-shirts, sandals on their feet. The women cast away their bras and girdles, wore mini-skirts or long flowing dresses, and thought little of baring their breasts as the spirit moved them.

Many of these youth embraced free love, exploring sexual expression: open relationships, polyamory, and experimenting with sexual and gender variance.

Consciousness and joy was paramount and they experimented with hallucinogens and psychotropic substances (cannabis, LSD, 'ecstasy', and at times more dangerous drugs) to open alternative doors to perception more often than not in spiritual quest. And they gathered to dance with abandon to the Dionysian music of bands with such names as Jefferson Airplane, The Mamas & The Papas, The Who, The Doors, The Grateful Dead.

Where they ventured, the arts flourished, in all media, fine art and crafts of every sort, colorful, joyous, widespread, and mind-bending: music, dance, painting, sculpture, ceramics, weaving, embroidery, costume.

They knew that the love and joy, the freedom they sought were inseparable from social justice, inclusiveness, and a whole Earth. They organized and attended benefit concerts for civil and workers' rights, swelled the crowds in the streets to protest the cruel, unjust and unjustifiable war on Viet-Nam and took direct actions of civil disobedience blocking the entrances of military recruiting offices, and of the administration offices of universities demanding that ethnic and women studies be offered. They were eager for political and social change.

They meshed the sacred and the profane; religion and politics dove-tailed in a theology of liberation. Language changed and little would be the same again.

That Summer of Love reverberated throughout the entire culture and scandalized and riled up what Pres. Nixon would call the "silent majority," the main-stream conservative populace which found its voice in California's Republican governor Ronald Reagan, "The Great Communicator," who two years after the Summer of Love, to quell student protests, would militarily occupy the City of Berkeley, tear-gassing and beating its citizens, blinding one, and killing another.

The silent majority, no longer silent, later made Reagan president of the nation bringing about an increasingly fascistic government until now, fifty years after the Summer of Love, we live a summer of cruelty and hate under a pathological liar, an abysmally ignorant president known for, among other much less endearing things, his orange face, his yellow hair, and his ruddy neck. He is backed by a Senate led by the grim-lipped and a House led by the zombie-eyed, while the Supreme Court has ruled that money (because it talks) is a form of speech.

But the Counter Culture did not fade away; it just went underground. In the last presidential elections it resurfaced, more matured and greatly increased by a new generation, and surged under the leadership of one of our own, Senator Bernie Sanders who has throughout been steadfast in the pursuit of justice and peace and wellbeing of the Earth.

The history of the U.S. of empire, its economics, and its relationship to the Earth and its peoples has so compromised the wellbeing of the Earth that we risk our own extinction if we allow things to continue as such. Nothing short of a revolution is called for, a revolution of consciousness, a revolution of love, a fierce love, a revolution undertaken with joy. Our resistance to the fascism that looms over us grows, and not content with just one summer, we will not rest until we bring in a millennium of healing and love and joy. A little bird told us so.

© Rafael Jesús González 2017

Berkeley, California




http://markhensonart.com/posters/summer-of-love-poster-2007 

(image by Mark Henson modified by R.J.G.)


Hace cincuenta años este verano vinieron a la Bahía de San Francisco una multitud de jóvenes de todo el país para celebrar lo que se le llamó el Verano de amor. Una canción popular sacarina les exhortaba que vinieran con flores en el cabello y muchos de ellos así llegaron, los nin@s de las flores. Fue un tipo de peregrinaje del "movimiento jipi" o mejor dicho la Contracultura a la meca en California donde las fronteras sociales ya hacía tiempo se habían puesto a prueba, infringido, borrado.

Era de hecho la Revolución jipi contra la cultura dominante puritana de los EE.UU. que idealiza el trabajo y desconfía del puro placer y goce, considera equivalentes la dicha y la riqueza y valoriza la Tierra sólo como recurso para ser explotado como lo hace con el trabajador(a) que hace usable los recursos crudos. El racismo colorea su visión y contamina sus instituciones.

La Contracultura ponía a prueba toda premisa y prejuicio de la cultura dominante. Se borraban los límites del género: los hombres llevaban el pelo largo. Evitando nudos, de seda o no, en el pescuezo estrangulando el chakra de la garganta, llevaban collares de cuentas y joyas en vez. Llevaban materiales sensuales, terciopelo, gamuza y tales, mezclillas gastadas con parches coloridos de trapos bordados, playeras teñidas de colores, sandalias en los pies. Las mujeres se quitaban los brasieres y fajas, llevaban mini-faldas o vestidos largos ondulantes y poco pensaban en descubrirse los senos cuando ganas les daba.

Much@s de est@s jóvenes abrazaban el amor libre explorando la expresión sexual: relaciones abiertas, poliamor, y experimentaban con variantes de sexo y género.

La Consciencia y el júbilo eran supremos y experimentaban con alucinógenos y sustancias psicotrópicas (marihuana, LSD, 'éxtasis' y a veces drogas más peligrosas) para abrir puertas alternativas a la percepción más a menudo que no en búsqueda espiritual. Y se juntaban a bailar con abandono a la música dionisiaca de grupos con nombres tales como Jefferson Airplane, The Mamas & The Papas, The Who, The Doors, The Grateful Dead.

Donde iban florecían las artes en todo medio, arte fino y artesanía de todo tipo, colorido, alegre, extenso e increíble: música, baile, escultura, cerámica, tejido, bordado, atuendo.

Sabían que el amor y goce, la libertad que buscaban eran inseparables de la justicia social, de la inclusión y de una Tierra sana. Organizaban y asistían a conciertos en beneficio de los derechos civiles y del trabajador, hacían crecer las muchedumbres en las calles en protesta de la guerra cruel, injusta e injustificable en Viet-Nam y tomaban acción directa de desobediencia civil bloqueando las entradas de las oficinas de reclutamiento militar y de las oficinas de la administración de las universidades exigiendo que se instituyeran estudios étnicos y femeninos. Anhelaban cambio político y social.

Mezclaban lo sagrado y lo profano; la religión y la política se encajaban en una teología de liberación. Cambió el lenguaje y poco sería lo mismo jamás.

Ese Verano de amor retumbó por la cultura entera y escandalizó y encabronó lo que el Presidente Nixon llamaría "la mayoría silenciosa," la población conservadora prevaleciente que encontró voz en el gobernador de California republicano Ronald Reagan, "el Gran Comunicador," que dos años después del Verano de amor para reprimir las protestas de los estudiantes ocupó militarmente la Ciudad de Berkeley regando de gas lacrimógeno y apaleando sus ciudadanos, cegando a uno y matando a otro.

La mayoría silenciosa ya no silenciosa más tarde hizo a Reagan presidente del país produciendo un gobierno cada vez más fascista hasta que ahora, cincuenta años después del Verano de amor, vivimos un verano de crueldad y odio bajo un presidente embustero patológico y abismalmente ignorante conocido, entre otras cosas mucho menos entrañables, por su cara anaranjada, su pelo amarillo y su pescuezo rojizo. Lo respaldan un Senado encabezado por los de labios disformes y una Cámara de diputados encabezada por los de ojos de zombi, mientras que la Corte Suprema ha decidido que el dinero (porque habla) es una forma de expresión.  

Pero la Contracultura no se desvaneció; solamente se fue bajo tierra. En las última elecciones presidenciales volvió a emerger más madura y mucho aumentada por una nueva generación y surgió bajo el liderazgo de uno de los nuestros, el Senador Bernie Sanders que ha por todo sido fiel en busca de la justicia y la paz y el bienestar de la Tierra.

La historia el los EE.UU. de imperio, su economía y su relación a la Tierra y sus gentes ha tanto comprometido el bienestar de la Tierra que arriesgamos nuestra propia extinción si permitimos que sigan así las cosas. Nada menos que una revolución se requiere, una revolución de consciencia, una revolución de amor, un amor feroz, una revolución emprendida con alegría.

Nuestra resistencia al fascismo que nos amenaza crece y no contentos con solamente un verano no descansaremos hasta que hagamos entrar un milenio de sanación y amor y goce. Nos lo dijo un pajarito.


© Rafael Jesús González 2017

Berkeley, California







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1 comment:

Art Goodtimes said...

great essay, rafael. says so much of what I've always felt. i came home from a year in Montana as a Vista to my San Francisco home during the Summer of Love -- and it changed my life. i have so much to thank for the inspiration of those days.